Esta es una recopilación de algunos microrrelatos que he publicado en mi cuenta de tuiter @VicenteFHurtado

Al acabar la jornada, se cepillaba el pelo para deshacerse de las caricias de sus clientes.

Quiso imitar a la Luna y menguó. Jamás consiguió sentirse llena de nuevo.

Las hadas revolotearon alrededor del niño que, moribundo, pensó que se acercaban a él para salvarle.

Guardaba una bala en la recámara. Le mataron en la antecámara.

Coleccionaba manos amputadas para no sentir la soledad de las suyas.

Cuando dejó de tener miedo a la oscuridad, la niña descubrió que el monstruo que le tocaba por las noches era real.

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El dictador cortó la cinta conmemorativa y echó una palada de cal en la fosa. El genocidio quedó inaugurado.

Le prohibieron sacar fotografías y se reveló.

Era un público agradecido. Le hicieron un descuento al payaso por su actuación.

El niño quería columpiarse, pero el hombre que colgaba de la soga no se bajaba.

Te pedí la mano y me diste un beso. Te pedí un beso y sonreíste. Me estoy volviendo loco haciendo ecuaciones poder para llevarte a la cama.

Tuvo un presentimiento de amor. Se le pasó cuando eyaculó.

Microrrelato presentado al concurso Relatos en Cadena del programa La Ventana de la Cadena SER y la Escuela de Escritores.
Hashtag para Twitter #RelatosEnCadena

¿RECUERDAS?
—Papá, ¿tú no tienes frío? —preguntó la niña.
—¡Déjame en paz! —replicó molesto el vagabundo— ¡Yo no soy tu padre!
—Sí que lo eres. ¿No te acuerdas? Yo sí. Me desnudabas y me tocabas con tus manos ásperas y heladas.
—¡No! ¡Yo no fui! —El hombre se tapó con un cartón. No quería verla ni escucharla.
—Mamá no pudo más y me llevó con ella a un lugar oscuro y frío. ¿Recuerdas? Más tarde llegaron los gusanos y creí que eran tus dedos helados tocándome. Otra vez. Pero no, papá, ni siquiera los gusanos fueron tan desagradables como tus manos.

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La encontré en un contenedor de basura. Le faltaba un ojo y un brazo. Parecía una muñeca frágil, pero era una niña muy fuerte.

Mi hijo llora, tiene hambre. Mi mujer suplica, no aguanta más. Yo soy un cobarde que carga la última bala y se lleva el cañón a la sien.

Me encerré en mi habitación pues no soportaba los gritos de mis padres. Pensé que el cianuro los mataría al instante.

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La niña de la capa roja se perdió en el bosque. Al alba la hallaron desnuda y decapitada. Caperucita no permitía que nadie vistiese como ella.

Los enanos tuvieron que cerrar la mina. La chica ninfómana que encontraron en el bosque les dejaba exhaustos.

La engatusé y, cuando se acurrucó en mi regazo, le robé su penúltima vida.

Escribió la historia de su vida en una servilleta de papel y aún le quedó espacio para dejar la nota de suicidio.

Al anochecer, la abuela se quitó la dentadura de día y se puso la de los colmillos largos.

Ella le pidió la Luna y él dijo que eso era imposible, entonces ella le dijo que le dejaba y él aulló, solo aulló.

Microrrelato presentado al concurso Relatos en Cadena del programa La Ventana de la Cadena SER y la Escuela de Escritores.
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SEÑUELO
Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor, él se cobijó entre la basura fermentada. Escuchó a su padre gritar, fuerte, muy fuerte, desde el exterior. Poco después le llegó el sonido escalofriante de decenas de gargantas putrefactas. Lloró en silencio. Papá le había escondido para protegerle. Sabía que su papá era fuerte, que podía conseguirlo, que se libraría de ellos y volvería a buscarle. Entonces el contenedor se puso en movimiento, giró un par de veces, volcó y la tapa quedó abierta. Salió despedido y cayó de bruces al suelo. Levantó la cabeza y vio a su padre correr calle arriba, sin mirarle, sin mirarlos.

Microrelato leído en Radio Marmota, 3ª 04 Vendaval de micros terroríficos el 1 de Noviembre de 2013.

LA SANTA COMPAÑA

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El hada escapó de los niños. Había visto como a otras les clavaban las alas a una puerta y les ponían cigarrillos en la boca.

Le empujó al fondo de su alma y él se diluyó en un cóctel de vicio y fantasías húmedas.

Era tan bella que ninguna bestia se le resistía, ni siquiera los humanos.

Era el más valiente del cementerio, el único que osaba salir de su tumba para gritar «No nos gusta Halloween, queremos nuestro Día de los Difuntos»

—Cariño, ¿has visto mi disfraz de Halloween?
—Está tendido en la lápida. ¡Y no te atiborres de carne! Que los vivos son muy indigestos.