#Microrrelato: Nimué
NIMUÉ
La dama del lago dormía acurrucada entre helechos salpicados del rocío de la mañana y jugaba entre nenúfares, juncos y lirios.
Búhos y cuervos, lobos y zorros, sapos y tritones, eran los encargados de custodiarla y no dejar que los hombres se acercasen a ella.
Pero uno —usando magia de druidas— consiguió acercarse al lago y le dijo que ella también podía ser humana, no solo un espíritu del agua.
Cuando la dama se humanizó, robó el poder del mago y aprendió a dominar mentes, sobre todo las más bizarras.
Como capricho, forjó una espada espléndida y perversa que hacía que los hombres se creyesen reyes por tan solo empuñarla.
Poco a poco, búhos y cuervos, lobos y zorros, sapos y tritones, abandonaron a la dama y el lago se convirtió en estanque de aguas tan negras como el alma de la bruja Nimué.
La dama del lago dormía acurrucada entre helechos salpicados del rocío de la mañana y jugaba entre nenúfares, juncos y lirios.
Búhos y cuervos, lobos y zorros, sapos y tritones, eran los encargados de custodiarla y no dejar que los hombres se acercasen a ella.
Pero uno —usando magia de druidas— consiguió acercarse al lago y le dijo que ella también podía ser humana, no solo un espíritu del agua.
Cuando la dama se humanizó, robó el poder del mago y aprendió a dominar mentes, sobre todo las más bizarras.
Como capricho, forjó una espada espléndida y perversa que hacía que los hombres se creyesen reyes por tan solo empuñarla.
Poco a poco, búhos y cuervos, lobos y zorros, sapos y tritones, abandonaron a la dama y el lago se convirtió en estanque de aguas tan negras como el alma de la bruja Nimué.
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