La vanidad del héroe
La hueste formó frente al héroe solitario montada sobre sus egos engalanados. Se cubrían con escudos de indiferencia e iban armados con lanzas largas de desprecio y espadas forjadas de arrogancia y empuñaduras adornadas con incrustaciones de superioridad. Sonó el cuerno de la prepotencia y avanzaron hacia él.
El campeón se rascó la barba y se miró las manos, manchadas del lodo del que acababa de levantarse, y decidió abandonar con premura el campo de batalla.
A saber lo que dirían aquellos malditos petulantes de él si entablaba lucha con el rostro sin rasurar y el cuerpo embarrado.
Ante todo, compostura. Muy original. Un saludo, Vicente.
ResponderEliminarGracias Ángel.
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